“Sei un coglione!”

No fue el árbitro, fue la edad. El Barça es un guiso tres estrellas Michelin al que le falta el último hervor. La cocción paciente exige tiempo. Y también aprendizaje a través del error. Por eso afición y equipo no estaremos en Munich para levantar la sexta Champions de nuestro palmarés. La reacción de la masa culé, incluyendo a los más cenizos, ha sido de gallina de piel. La plantilla es un gigante con cara de niño y necesita todavía que la arropen. Todos lo hemos entendido. Y aquí estamos, encantados de mimar a ese coloso futbolístico en ciernes a cuyo lomo ya estamos subidos para reinar en Europa las próximas temporadas, a condición de mantener la columna vertebral del equipo.
Antes de la aventura imperial hay que mandar fronteras adentro. De eso va el partido de mañana. Con la Supercopa en un bolsillo y la Copa del Rey en el otro, toca doblarle de nuevo la cerviz al Real Madrid y despejar definitivamente el camino del que será –escribámoslo así, como si se tratara de una certeza–nuestro 28.º campeonato de Liga.¿Tan seguros estamos? No. Solo que no hay que ir jamás a una batalla dudando de la victoria. Titubear es perder. Ya rectificaremos llegado el caso.
Vencer al Madrid es ganar también al Inter. Vengarse en otras espaldas del contratiempo europeoBrega. Va a haberla. El Madrid es a estas alturas de la temporada un toro resabiado y eso, como explican los entendidos en el arte de la lidia, lo hace más peligroso. Llega aprendido y sabedor de su condición de segundón por juego, actitud y talento demostrado. Pero de quien está acorralado no hay que esperar sometimiento, sino que te enseñe las uñas y que te rebane el pescuezo con ellas si goza de la oportunidad. Ese plus de motivación que proporciona el ansia de venganza de quien ha sido baqueteado con reiteración no es fácil de desarmar. Ese es el peligro de mañana. Y de añadido, el abatimiento natural de haber sido volteados por el Inter de Milán justo cuando creíamos tener el tacón de nuestra bota clavado en su pescuezo para ajusticiarlo.

Los jugadores del Barça celebrando la Copa ganada ante el Real Madrid en Sevilla
Fran Santiago / GettyTengo para mí que el mejor ejercicio de motivación de cara a mañana es imaginarse que volvemos a tener delante al Inter de Milán y no al Real Madrid. De tal forma que también el Barça salte al campo con el mismo hambre de resarcimiento que los merengues. A morder hasta clavar el colmillo en la carne. Y si –con el permiso de los higienistas y obsesos de la profilaxis– hay que cruzar alguna alocución soez mejor un “vaffanculo” que un “vete a la mierda”, antes un “sei un coglione ” que un “eres un idiota”. Cuanto más real el simulacro mucho mejor.
Sí. Vencer al Real Madrid es ganar también al Inter. Vengarse en otras espaldas del contratiempo europeo y un paso más para que nuestro gigante con cara de niño adquiera definitivamente el semblante del adulto que viene asomando a cada día que pasa con mayor nitidez. Sonriamos. Esta fiesta va a durar años.
lavanguardia